
Sin olvidar jamás que la formación de los futuros sacerdotes es una realidad integral que reconoce y potencia el desarrollo armónico de las dimensiones humana, espiritual, académica y apostólica en la persona de los seminaristas, puede decirse que la formación espiritual constituye el centro dinámico y el principio interior que anima y orienta toda la formación sacerdotal, pues “unifica todas las otras dimensiones de la formación del seminarista […] en un proceso simultáneo de maduración en la fe y en la vocación sacerdotal”.
Con la profunda conciencia de que la vocación sacerdotal es una forma específica de vivir y responder a la vocación bautismal y al llamado universal a la santidad, comunes a todo el pueblo de Dios, la formación espiritual en el SCM busca motivar, dinamizar y acompañar, sobre el cimiento de una personalidad integrada y sólida de los futuros sacerdotes, su respuesta libre al llamado recibido de Dios, a fin de que, abriéndose a la gracia y a la acción del Espíritu Santo, alcancen paulatinamente una auténtica transformación de todas sus facultades (el corazón, la mente y la voluntad) y una “nueva forma”, no solo de actuar, sino de “ser”; una “nueva identidad” que los lleve a pensar, sentir, juzgar, desear y actuar como Jesucristo, Sacerdote, Cabeza, Esposo y Pastor.