
Esta dimensión no tiene otra razón de ser sino la de poner en marcha las otras tres, pues el servicio es la manera más eficaz de manifestar el amor a Dios. Para ello, el seminarista tiene la oportunidad de involucrarse en parroquias, en las tareas pastorales de la arquidiócesisy en su organización para aprender de los párrocos y de la comunidad que un día estará en sus manos. Esto se ve enriquecido por el enorme abanico de culturas y espacios que hacen de la Ciudad de México una gran tierra de misión para encarnar el Evangelio de Cristo en cada corazón. El seminarista en esta dimensión es testigo de la misericordia de Dios y se alimenta de ello.