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“Dios oyó su súplica”

By 8 septiembre, 2022 No Comments

Dios oyó su súplica”

 

 

Miguel Ángel Elizarraráz García

Etapa de Discipulado

 

 

La historia del profeta Jonás ocupa un rinconcito entre los libros de las Sagradas Escrituras. Seguramente la conocerás: Jonás quiere escapar de Dios, de su misión profética y va a esconderse, de forma inocente y hasta infantil, en las entrañas de una de las más grandes creaciones de Dios, en uno de los lugares preferidos de Éste. En tal lugar, Dios quiso salvar a su pueblo de Egipto, quiso caminar y salvar a Pedro de ahogarse, predicar y maravillar el corazón de sus apóstoles y la multitud con el mensaje del Reino, en este lugar quiso que Pablo anduviese por largas jornadas para alcanzar a los que estaban alejados de Él por no conocerlo.

¿Cuál es esta creación? ¿Cuál es este lugar? ¿Lo sabes? Así es. Es el mar, son las aguas. Jonás quiso esconder ahí, en el lugar por excelencia de Dios; y es que, desde el Principio, el espíritu de Dios se cernía sobre las aguas (Gén 1, 2). Es pues, el mar, creación buena y excelente de Dios. Ahí se sumerge Jonás y se encuentra con quien no quería encontrarse. Este encuentro resulta definitivo. En el mar toma una decisión el profeta: Cumpliré el voto que hice. La salvación viene del Señor (Jon 2, 10).

Jonás aprende, se sincera con Dios y obedece; pero aún tiene muchas lecciones que asimilar. Su razón y lógica lo invitan a reclamar a Dios por sus decisiones, por su forma de actuar y el Señor lo alecciona y le muestra la justicia de su acción. Quisiera que pusieras atención en cómo dialoga el profeta con Dios. Fíjate en lo ordinaria que resulta su plática (Jon 3, 10; 4, 1-11); es una plática muy nuestra, con la que podemos identificarnos tú y yo tanto con Jonás como con el Señor. Hay reclamos, despecho, enojo, diálogo franco y directo, explicaciones, rendición, clemencia, súplicas sin sentido, terquedad.

Creo que puedes identificar esta plática entre el profeta y Dios con algunas o muchas que has sostenido con Dios, con tu familia, amigos, compañeros, con el hombre con quien siempre cruzas todos los días por un instante y saludas o evitas. ¿Cómo es tu diálogo con tus semejantes y con el mismo Dios? ¿Qué deficiencia tiene? ¿Eres consciente de que Dios nunca te deja de escuchar? Medita, contempla la acción de Dios en Jonás, el profeta al que celebramos y recordamos el día 21 de este mes. Verás que el Señor tiene mucho que decirte con este breve episodio de la Biblia.

Me gusta mucho una breve reflexión que se hace entorno a Jonás y su historia en la película Moby Dick de 1956. Se nos introduce a escena diciendo: “En New Bedford hay una capilla para balleneros y pocos son los pescadores con rumbo al Índico o al Pacífico que no la visitan”. Luego se ve el interior de la capilla. En sus paredes placas conmemorativas para honrar a capitanes, marineros y tripulaciones enteras que fueron a perder la vida en el mar o que se extraviaron por culpa de la olas, su furia o los cachalotes. El púlpito semeja la proa de un barco y como mascarón una cruz filosa se extiende como espada y su sombra cubre al pueblo que anda entre las bancas y reclinatorios. El predicador es una mezcla de capitán retirado y sacerdote, y concluye su discurso así: “Incluso en el vientre infernal [de la ballena], encerrado en el fondo del océano, Dios oyó su súplica [la de Jonás].”

¡Dios también oye tu súplica! Por eso, reflexiona sobre cómo es tu diálogo con el Señor, así como hemos reflexionado el diálogo de Dios con Jonás y hemos rescatado de éste mociones para nuestra vida espiritual. Y es que cada encuentro que tenemos con Dios es importantísimo y, algunos, definitivos; por ejemplo, el encuentro con Dios que se da en el Bautismo, sacramento en el que el signo del agua tiene especial relevancia, igual que el encuentro de Jonás con Dios en el mar, es definitivo, se toma una decisión de por vida.