
Testimonio vocacional de Erik Darwin Sulcaray Vega, alumno del Seminario Conciliar de México. Al principio nos empezamos a reír y nos burlamos, pero uno nunca sabe cómo va actuando Dios en nuestras vidas; sólo Él sabe de qué manera nos atrae.
Hola, soy Erik Darwin Sulcaray Vega, y hoy te quiero contar cómo Dios me ha llamado al seminario, y cómo fui descubriéndolo. Esto sucedió en dos momentos de mi vida. El primero, a los 13 años. Yo me preparaba para recibir la Primera Comunión, y llegó el día en que el catequista nos habló sobre el sacramento del orden sacerdotal y nos motivó a entrar al seminario. Al principio nos empezamos a reír y nos burlamos, pero uno nunca sabe cómo va actuando Dios en nuestras vidas; sólo Él sabe de qué manera nos atrae. El segundo momento en que descubrí el llamado de Dios fue a pocos meses de haber cumplido los 18 años: me preparaba para ingresar a estudiar Ingeniería en Sistemas Computacionales en la universidad; ya tenía todo listo, cuando me encontré casualmente con un vecino que era seminarista, y quien, después de un diálogo, me invitó al seminario. Sabía que mis planes en la universidad estaban bien organizados. Aun teniendo los datos del seminario, no deseaba entrar en ese momento; sin embargo, dos semanas después me fui al seminario, gracias a la motivación de mi madre. Aunque mi padre no estaba muy de acuerdo con mi elección, terminó apoyándome. Dice un pasaje de proverbios: “El hombre tiene proyectos, Dios, la última palabra”. Precisamente eso fue lo que pasó en mi vida.
Cuando entré al seminario era un joven lleno de inquietudes e interrogantes. Algo que no olvido es que siempre le pedía a Dios que me mostrara el camino a seguir, que me ayudara a descubrir su voluntad. Es así como comencé a dar mis primeros pasos, conociendo más a fondo a Dios y el sentido de mi existencia. Realmente es una gran oportunidad que Dios mismo nos regala para descubrir su llamado, para crecer en su amor y compartirlo con los demás. No olvidemos que habrá pruebas que tendremos que ir superando, y todo eso nos hace mucho bien cada vez que avanzamos y crecemos en su amor. Cualquier decisión que uno toma en la vida, al principio siempre está cargada de resistencias internas, pero gracias a la ayuda de Dios, al tiempo, al esfuerzo personal y a la ayuda de los formadores, vamos superándonos. Seguir a Dios siempre es algo bueno, pero aceptar ser su servidor es algo extraordinario. En la sociedad postmoderna, con muchas falencias y carencias de la figura de Dios, es necesario y urgente presentar un testimonio de vida, por ello, hay que entregarse totalmente al servicio de su Evangelio y así poder ayudar a los demás a conocer y encontrarse con Dios.
De esta manera fui descubriendo mi vocación en la vida, y actualmente me encuentro en el Curso Introductorio, el cual es una etapa de formación en el que voy fortaleciendo y respondiendo al llamado de Dios.
Fuente: SIAME