
Solemnidad de la Inmaculada concepción de la Santísima Virgen María.
Fiesta patronal del Seminario Conciliar de México
+Luis Manuel Pérez Raygoza
Obispo auxiliar de México
Rector
Al acercarse la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, Patrona del Seminario Conciliar de México, saludo muy atentamente a todos los amigos del seminario, especialmente a nuestros bienhechores. Asimismo, deseo compartir algunos pensamientos sobre el significado de la Inmaculada Concepción de la Virgen María en la vida y espiritualidad cristianas.
Dios determinó que la Virgen María ocupara un lugar único e incomparable en la historia de la salvación, en razón de su íntima vinculación con el misterio de Cristo y de la Iglesia. El saludo del ángel a la Virgen en el momento de la anunciación, condensa y manifiesta el gran misterio encarnado en María Virgen: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. María, es la “Llena de gracia” ,la Inmaculada, la “Tota pulchra”, “preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano” (Pío IX, Inefabbilis Deus, 8 diciembre 1854).
“María es el Israel santo; ella dice “sí” al Señor, se pone plenamente a su disposición, y así se convierte en el templo vivo de Dios” (Benedicto XVI, Homilía en la misa de la solemnidad de la Inmaculada concepción de la Virgen María, 8 diciembre 2005), ella es “la única incontaminada, creada inmaculada para acoger plenamente, con su «sí» a Dios que venía al mundo y comenzar así una historia nueva” (Papa Francisco, Mensaje en el Ángelus, 8 de diciembre de 2017).
Pero, ¿cómo nos ilumina y enriquece el misterio de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, a nosotros, heridos por el pecado? Este misterio nos recuerda:
- Que el amor de Dios es pura gracia, es un regalo.
- Que el pecado no forma parte de la estructura más profunda del ser humano y no tiene la última palabra.
- Que todos los bautizados estamos llamados a la santidad, es decir, a la comunión de amor con Dios tres veces santo.
- Que nuestra vida, nuestra llamada a la fe y nuestra vocación, son una gracia, un don de Dios, que hemos de acoger y vivir con alegría, docilidad y gratitud.
- Que estamos llamados a honrar y cuidar en nosotros el estado de gracia, es decir, la amistad con Dios, la comunión con Él, confiando en que la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte es definitiva.
- Que somos templo vivo de Dios.
Que la Inmaculada Virgen María nos ayude a cuidar la imagen y semejanza de Dios en nosotros y a responder con ánimo renovado a nuestra vocación y misión en el mundo y en la Iglesia.